El Malware ha existido casi desde el principio de los tiempos informáticos con el objetivo de dificultar o impedir el funcionamiento de los sistemas operativos y las computadoras. Desde la época del sistema DOS ––virus creados como una simple travesura o “sólo para hacer la prueba”––, hasta el día de hoy ––ineludibles spywares y troyanos viajando ocultos en la Internet y destinados a la extorsión, el espionaje financiero y el crimen virtual––, toda suerte de software malintencionado persiste y es llamado de forma genérica Malware (Acrónimo de Malicious Software).
Sentado frente a la computadora, ojos en el monitor, manos en el teclado, terminando una rigurosa investigación, cualquier ciudadano de este siglo sabe por experiencia que en cualquier momento podrían empezar a saltar en la pantalla anuncios que nunca le interesaron y websites que no querrá recordar. O bien podría denegarse el acceso a las ventanas que ha abierto e incluso apagarse el audio y ninguna tecla responder. Podría incluso perder en un parpadeo el trabajo hecho durante largos días. A quien le haya pasado algo así y no haya maldecido el mundo dependiente de las computadoras en que nos hemos convertido que lance la primera piedra.